Nos pasamos el día diciendo que lo importante es la calidad, más que la cantidad. Pero nos traicionamos comparando cifras y juzgando en consecuencia.
En las redes sociales, más que en ningún otro sitio, practicamos esta política.
Cuando alguien nos pide amistad, lo más habitual es que comprobemos cuántos amigos tiene él y ella, a su vez. De entrada, los perfiles que poseen menos de 500 amigos no nos atraen tanto, y nuestros ojos se salen de las órbitas con perfiles de millares de seguidores.
En el caso de Twitter, la tendencia es similar: mirando el número de personas que siguen el perfil que observamos, deducimos si queremos seguirle o lo dejamos perdido en la ‘tuitosfera’.
Sin embargo, la red en la que sí entiendo que puede ser necesario mirar con objetividad el número de contactos es en LinkedIn. Esta red social, al trabajar en forma piramidal, resalta la importancia de perfiles construidos sobre centenares de contactos, sobre todo si se ubican en primer nivel.
Así que… ¿donde queda aquello de la calidad, de la importancia de lo cualitativo? Pues parece que el cajón de las buenas intenciones, lleno a rebosar de acciones que nunca pasaron de nuestra intención.